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Bizitza honek dituen iharduerak, beste guztien gainetik, bi atsegin ditut: batetik bidaiak, bestetik bizikleta. Biei lagunarte ona eta herrialde zoragarria lotuz gero, …zer gehiago beharko genuke? Horrela, iluzioz betetako zakuto batzuekin Afrika bidea hartu genuen.

Nuestras cabezas estaban repletas de dudas acerca de lo que nos iba a deparar este país africano: estado de las carreteras, lugares para dormir, agua potable, animales salvajes… por lo que nuestros equipajes se sobrecargaban con todo lo necesario para acampar, repuestos de bici, filtro de agua, entre otros trastos.
Además, los parques nacionales del Norte de Tanzania no se pueden atravesar en bicicleta, por lo que descartamos la línea más evidente sobre el mapa y decidimos rodear estos por el Sur.

De esta manera, el 29 de Septiembre dejamos Vitoria-Gasteiz y tras varias escalas, llegamos un día después a nuestro destino. Desde la ventanilla del avión vemos como el ganado pasta a sus anchas a escasos metros de la pista de aterrizaje ¡ ESTO ES AFRICA !
DE MWANZA A SINGIDA Sabana, lagos y desierto (470 km.)

Desembalamos nuestras bicicletas y pedaleamos hasta la ciudad de Mwanza, a orillas del lago más grande del continente. La carretera asfaltada que nos acompaña los primeros kilómetros, pronto se convierte en la pista intransitable que nos acompañará las dos siguientes semanas. El escaso tráfico crea unas continuas ondulaciones que hacen imposible el pedalear por ellas. Por esta razón, nos vemos obligados a transitar por los “bidegorri” (senderos que crea la gente al caminar) y que discurren paralelos a las principales vías.
La primera noche en ruta no encontramos alojamiento por lo que en las afueras del pueblo de Runere decidimos levantar el campamento. Enseguida los locales forman corro a nuestro alrededor para observar cómo estos tíos tan extraños montan sus “chozas” en cinco minutos.
Los días se suceden sumando kilómetros y vivencias por este pintoresco país. Cuando las energías se agotan, es hora de pronunciar la palabra mágica – chakula – y por gestos nos indican el lugar donde encontrar “el variado menú” ( arroz con alguna alubia o quizás algún trozo de carne.)
En esta zona del Continente Negro no resulta habitual encontrar muzungus. Para la mayoría de los niños representa el primer encuentro con el hombre blanco, por lo que más de uno sale corriendo mientras grita asustado.
En cierta ocasión, sumergidos en medio de un gentío, nos sorprende reconocer un niño con el tono de piel similar al nuestro. Se trata del primer albino de los muchos que veremos a lo largo del viaje. Nos preguntamos qué diablos debían de pensar cientos de años atrás, con el nacimiento de un bebe blanco: “ ¿sería un castigo divino o mirarían con recelo a algún misionero europeo? ” El único adulto que chapurrea un poco de inglés nos pregunta si tenemos medicamentos para tratar las quemaduras que el sol produce en la sensible piel de este chaval.
Los ruidosos “hoteles” que encontramos por el camino no nos permiten descansar bien. Esto unido a las malas condiciones de las pistas hace que rebasar los 50 km. por jornada sea una auténtica tortura. Las medias encima de la bici no superan los 10 km./h, además el polvo y la arena del camino nos obligan después de cada jornada a realizar la colada y el mantenimiento de nuestras sufridas bicicletas. Aún así, después de cada etapa, nos quedan ganas de pasear por los alrededores formando verdaderas kalejiras allá por donde pasamos.
El único blanco que nos encontramos los primeros días ( un geólogo alemán ) nos mete el miedo en el cuerpo con los peligros, que dice, vamos a encontrar: serpientes, frío, fuertes pendientes … todavía por confirmar.
De esta manera, después de ocho duras jornadas, llegamos al lago de aguas turquesas que precede a la ciudad de Singida.
DE SINGIDA A MAKUYUNI Territorio masai (270 km.)

Los primeros 15 km. al salir de Singida, hacen que recordemos las carreteras de los días anteriores las como verdaderas autopistas. Al fuerte viento en contra, se suman la arena y las duras cuestas que tenemos que remontar, lo que nos obliga en ocasiones a poner pie en tierra y empujar las pesadas bicicletas.
Pero el sufrimiento se ve recompensado con las imágenes y sensaciones que nos regala el camino: mujeres que con baldes en la cabeza se dirigen a los pozos en busca de agua; niños que a la salida de la escuela nos acompañan corriendo junto a la bicicleta; pastores con sus rebaños de burros o cabras; legendarios y solitarios baobads…
Descubrimos también que bajo los tendidos eléctricos discurren senderos que van uniendo población tras población por los que resulta mucho más cómodo pedalear.
La considerable distancia entre algunos pueblos nos obliga a buscar un lugar donde colocar las tiendas. La relativa proximidad de las reservas de animales salvajes nos hace dudar sobre su ubicación. Un gran cerco construido con ramas de espinosas acacias alberga algunas chozas masais. Unas mujeres con el torso desnudo nos reciben y por gestos tratamos de explicarles nuestra intención de colocar las tiendas. Pero la presencia de cinco muzungus les crea la lógica desconfianza, por lo que a nuestro pesar levantamos el campamento sin otra protección que la de nuestras fieles bicicletas.
Hemos entrado en territorio masai, tribu mayoritaria de la región. Estos pastores nómadas han sido expulsados de los parques nacionales, en los que durante siglos han coexistido con la fauna salvaje. En nombre de la protección de la naturaleza han sido obligados a asentarse en territorios ajenos a ellos, pero siguen manteniendo en su cultura viejas tradiciones. Es habitual encontrarlos envueltos en sus coloridas mantas, calzados con sandalias de neumáticos y apoyados en sus lanzas.
La casualidad hace que lleguemos a Katesh, el día en el que una vez al mes, los masais celebran su mercado. Por lo que en las faldas del monte Hanang (3417m.) disfrutamos de una multicolor estampa de productos, animales y gentes.
Desde que partimos del lago Victoria hemos atravesado diversos paisajes, pero el de las dos jornadas que preceden a nuestra llegada a Babati se convierte en uno de los más hermosos de todo el viaje. La tierra toma un color rojizo rodeada de una frondosa vegetación.
Ya en Babati nos informan de la presencia de hipopótamos en el lago próximo al pueblo. La orilla del lago se encuentra abarrotada de niños jugando, hombres pescando y mujeres lavando ropa, por lo que nos extraña que en la misma zona, habite el animal que más muertes provoca en Africa. Ante nuestra incredulidad, a través de los prismáticos podemos observar algunos miembros de una manada que sobrepasa la treintena.
Dos jornadas más de pedaleo y llegamos a Makuyuni, lugar donde dejaremos las bicis aparcadas una semana. El nombre de Tanzania siempre ha estado relacionado con observación de la fauna salvaje en su hábitat natural, por lo que nos tomamos unos días de descanso y nos vamos de safari.

DE MAKUYUNI A MOSHI Por las faldas del Meru y el Kilimanjaro (210 km.)

Después de una increíble semana visitando los parques: Tarangire, Lago Manyara, Cráter del Ngorongoro y Serengeti nos agrada el reencuentro con nuestras compañeras de dos ruedas. Pedaleamos por cómodo asfalto hasta la ciudad de Arusha. Una avería en la bici de Eddy nos obliga a tomarnos un día de descanso inesperado. Al ser esta ciudad punto de partida para los safaris del Norte, nos toca ahora discutir y pelear los precios. Los niños se nos acercan con su insistente frase –give me money; give me one pen… - ¿será el precio del turismo?
La carretera que une Arusha y Moshi soporta intenso tráfico. Algún camión nos obliga incluso a tirarnos a la cuneta, por lo que decidimos dar un rodeo y adentrarnos en bici por el parque nacional de Arusha ( único parque de Tanzania que se puede atravesar pedaleando y encima gratis ). Pero el cambio tiene un precio. La pista en mal estado y las duras rampas nos obligan una vez más a echar pie a tierra. Alguno incluso comprueba lo duro que está el suelo. Pero la posibilidad única de observar jirafas, búfalos, colobus... desde el sillín de la bicicleta nos hace olvidar todos los males. Además estamos escoltados por las impresionantes moles del monte Meru y Kilimanjaro.
En la ciudad de Moshi, en las faldas del monte más elevado del continente, nos concedemos otro día de descanso. Aprovechamos para ir de mercado, buscar repuestos para las bicis y darle gusto al paladar variando un poco la dieta. Es fin de semana y disfrutamos viendo cómo celebran las bodas por estas latitudes: una caravana de vehículos (rancheras) abarrotados de gente que canta y baila, precedidos de uno en el que viaja la banda de música.
DE MOSHI A TANGA Por los montes Pare y Usambara ( 390 km. )
El Kilimanjaro nos despide con un manto blanco fruto de una nevada durante la noche. Rodamos paralelos a la frontera con Kenia por una cómoda carretera asfaltada. Desde la bici podemos fotografiar a ciclistas que nos acompañan cargados con todo tipo de cargas ( pieles de animal, garrafas, gallinas, carbón...).

La cámara digital de Javi crea una enorme expectación. Un niño masai frota con su manta la imagen que aparece en la pantalla pues no se acaba de creer que su cuerpo quepa dentro de tan diminuta caja. Días atrás, Javi dispara mientras ayudamos a unos lugareños con el pinchazo de su bicicleta. El abuelo que viaja sentado en la parrilla al verse en la pantalla repite asombrado -YUYU YUYU.




Unos deforestados montes Pare dejan paso a unos frondosos Usambara. El paulatino descenso de altitud y la proximidad al mar genera una humedad y un calor sofocante. Las palmeras que asoman a través de una vegetación exuberante son escaladas por jóvenes que recogen sus cocos. Una etapa de 100km (la más larga del viaje) nos conduce hasta Tanga, lugar desde donde vemos por primera vez el Océano Índico.
ARCHIPIELAGO DE ZANZÍBAR Las islas de las especias.
Es viernes y el único barco regular que cruza a las islas parte desde Tanga el miércoles. La ciudad no cuenta con muchos atractivos para tantos días. Nos ofrecen una pequeña embarcación para cruzar. Pero es ilegal, hay que sobornar a la policía, viajar de noche y resulta muy caro. Además el viajar en “patera” no nos ofrece demasiadas garantías. Por lo que a bordo de una avioneta damos un salto hasta la isla de Pemba.
ISLA DE PEMBA ( 240 Km. )
Desde la pequeña avioneta disfrutamos con las diferentes tonalidades que toma mar debido a los bancos de arena y los arrecifes. Javi, que durante todo el viaje no para de jurar en lo más sagrado, ahora desde las alturas, con la cara descompuesta y voz temblorosa repite: - que sea lo que Dios quiera -. Los pocos kilómetros que separan la isla del Continente constituyen un cambio radical. A la exuberante vegetación y al agua color turquesa del mar, hay que unir una población mayoritariamente musulmana.
Nuestra estancia en la isla de Pemba coincide “por suerte” con la festividad del Ramadán, por lo que sufrimos en nuestras propias carnes (estómagos) los rigores de la fe ajena. En el recorrido por la isla, nuestra dieta se limita a fruta y galletas durante las horas de luz y algo caliente si tenemos la suerte de encontrar un puesto callejero después de ponerse el sol.
Nuestras vestimentas, que en otras partes del país, han sido motivo de risas entre los lugareños, ahora son motivo de reprimenda por lo reducido de éstas. Incluso el hecho de llevarnos el botellín a la boca durante las horas diurnas es motivo de protesta.



Los estómagos medio vacíos y los cientos de niños que se agolpan a nuestro alrededor en la aldea pesquera de Tumbe, hace que alguno de nosotros pierda la paciencia y descargue su ira sobre “estos pobres inocentes”. Cuando a la mañana siguiente, al abrir la cremallera de las tiendas observamos decenas de ojos vigilándonos desde el exterior, desesperados levantamos el campamento y pedaleamos hasta la paradisiaca y solitaria playa de Vumawinbi para relajarnos el resto del día.
En Mkoani llega el final del viaje para Javi y Eddy y con una suculenta cena (que no pudimos acabar) nos despedimos de nuestros amigos hasta Vitoria.
ISLA DE UNGUJA O ZANZÍBAR ( 180 km. )
Supuestamente a las diez debe zarpar el barco que nos llevará hasta la mayor isla del archipiélago. Sin embargo, horas más tarde, seguimos en cubierta disfrutando del caos que supone la carga de toda la mercancía que pretenden embarcar.
Tras seis horas de travesía colocamos de nuevo las alforjas y pedaleamos en busca de hotel por la Ciudad de Piedra. Después de una semanita de abstinencia obligada nos deleitamos con unas cervecitas y una variada cena.
Tres días deambulamos por la única ciudad histórica del África Oriental. La que en otros tiempos fue un enclave estratégico en el tráfico de esclavos y punto de partida para decenas de expediciones hacia el interior del continente, conserva todavía un laberinto de estrechas callejuelas por las que resulta difícil no perderse. Pese a la presencia de extranjeros, la cultura islámica sigue muy arraigada entre su población, por lo que es habitual ver a los hombres con su kufia en la cabeza y a mujeres ataviadas con sus negros buibui.
Unos días de descanso en los que aprovechamos para bucear y de nuevo cogemos las bicicletas para dar las últimas pedaladas recorriendo la isla. Ponemos rumbo al Noreste hasta el pueblo de Matenwe. Desde aquí, una ininterrumpida playa recorre todo el litoral. Aprovechamos la bajamar, para pedalear junto a un mar de aguas trasparentes. Caminamos también mar adentro hasta donde las olas rompen con la barrera de coral. En este cinturón litoral de unos 500 metros de ancho las mujeres se dedican a la recolección de algas, mientras los hombres salen de pesca en los tradicionales dongs.
Al llegar a la bahía de Chwaka el camino desaparece. Negociamos con los pescadores de la zona el precio por cruzar la bahía. Arriamos velas en una pequeña embarcación con la sobrecarga de seis personas y tres bicicletas. El viento en contra nos obliga a realizar varias maniobras en zig-zag para alcanzar al cabo de tres horas la orilla opuesta. Continuamos recorriendo el litoral hasta Paje desde donde emprendemos la vuelta hasta la Ciudad de Piedra. El último día en la isla nos despide con otra espectacular puesta de sol antes de embarcar rumbo al continente.
De esta forma a mediados de Noviembre llegamos a Dar Es Salaam, la ciudad más grande del país. Altos edificios, denso tráfico, luces de comercios... nada que ver con lo que hemos conocido por Tanzania. Quizá sea un aviso de que la hora de nuestra vuelta a casa esta próxima.

DATOS DE INTERÉS:




- Si se pretende viajar en bici por el país se deben evitar los meses de Marzo a Mayo (lluvias prolongadas) y de Noviembre a Diciembre (lluvias cortas) puesto que las pistas se vuelven impracticables.

- Utilizamos bicicletas de montaña con rueda ancha. Puede ser cómodo llevar amortiguación delantera.

- El mal estado de las carreteras (especialmente los 15 primeros días) hizo que en 1800 km tuviéramos varias averías: rotura de maneta de cambio; cambio trasero; llanta trasera; “la cesta de Eddy”; una veintena de radios e innumerables pinchazos. A pesar de llevar herramientas y algún recambio tuvimos que recurrir al ingenio de los mecánicos locales. Conviene llevar varias cámaras de repuesto, ya que las que allí venden tienen una válvula especial.

- A pesar de ser el inglés idioma oficial en Tanzania, en muy pocas ocasiones tuvimos oportunidad de practicarlo, por lo que una libreta con palabras y frases hechas en swahili nos será muy útil durante el viaje.
- La moneda oficial es el chelín tanzano. Se puede cambiar fácilmente en las principales ciudades del país. A finales del 2003 el cambio estaba: 1 euro = 1 dólar = 1100 chelines. No vimos cajeros automáticos en todo el viaje.

- A pesar de tener fama de país caro, nuestro presupuesto viajando en bicicleta era de unos 7 euros diarios por persona, del cual la mitad era para el avituallamiento líquido. Lo que realmente encarece el viaje son los precios de los safaris, que varían muy poco de unas agencias a otras. También los precios en el archipiélago de Zanzíbar se triplican respecto al los del continente.- Internet ha llegado a Tanzania, pero no es frecuente encontrar un ciber-café. Nosotros sólo lo encontramos en Arusha, Moshi, Ciudad de Piedra y en Dar Es Salaam.

- En contra de lo que podamos imaginar referente a seguridad, por Tanzania disfrutamos de absoluta tranquilidad durante todo el viaje.

- El mayor peligro lo pueden representar los abarrotados autobuses con conductores suicidas que con frecuencia nos topamos por el camino.- Acarrear con una tienda de campaña puede ser fundamental si se viaja en bici, sobre todo en zonas rurales aisladas. Encontramos alojamientos sencillos y económicos en pueblos pequeños, pero tuvimos que acampar en varias ocasiones.
- No es difícil encontrar agua embotellada. Cada mañana partíamos con unos 5 litros de agua por persona para la jornada.

- En la época del año que estuvimos no tuvimos excesivos problemas con los mosquitos. No obstante, tomamos las medidas preventivas contra la malaria: pastillas, repelente, mosquitera...(una sola picadura puede transmitir la enfermedad).

- Travesía realizada por Aurora Segurola, Eduardo Gómez, Javier Ortiz de Mártioda, Jokin Esparza y Rubén Segura, desde el 29 de Septiembre al 17 de Noviembre del 2003.