DE MWANZA A SINGIDA Sabana, lagos y desierto (470 km.)

Desembalamos nuestras bicicletas y pedaleamos hasta la ciudad de Mwanza, a orillas del lago más grande del continente. La carretera asfaltada que nos acompaña los primeros kilómetros, pronto se convierte en la pista intransitable que nos acompañará las dos siguientes semanas. El escaso tráfico crea unas continuas ondulaciones que hacen imposible el pedalear por ellas. Por esta razón, nos vemos obligados a transitar por los “bidegorri” (senderos que crea la gente al caminar) y que discurren paralelos a las principales vías.
La primera noche en ruta no encontramos alojamiento por lo que en las afueras del pueblo de Runere decidimos levantar el campamento. Enseguida los locales forman corro a nuestro alrededor para observar cómo estos tíos tan extraños montan sus “chozas” en cinco minutos.
Los días se suceden sumando kilómetros y vivencias por este pintoresco país. Cuando las energías se agotan, es hora de pronunciar la palabra mágica – chakula – y por gestos nos indican el lugar donde encontrar “el variado menú” ( arroz con alguna alubia o quizás algún trozo de carne.)
En esta zona del Continente Negro no resulta habitual encontrar muzungus. Para la mayoría de los niños representa el primer encuentro con el hombre blanco, por lo que más de uno sale corriendo mientras grita asustado.
En cierta ocasión, sumergidos en medio de un gentío, nos sorprende reconocer un niño con el tono de piel similar al nuestro. Se trata del primer albino de los muchos que veremos a lo largo del viaje. Nos preguntamos qué diablos debían de pensar cientos de años atrás, con el nacimiento de un bebe blanco: “ ¿sería un castigo divino o mirarían con recelo a algún misionero europeo? ” El único adulto que chapurrea un poco de inglés nos pregunta si tenemos medicamentos para tratar las quemaduras que el sol produce en la sensible piel de este chaval.
Los ruidosos “hoteles” que encontramos por el camino no nos permiten descansar bien. Esto unido a las malas condiciones de las pistas hace que rebasar los 50 km. por jornada sea una auténtica tortura. Las medias encima de la bici no superan los 10 km./h, además el polvo y la arena del camino nos obligan después de cada jornada a realizar la colada y el mantenimiento de nuestras sufridas bicicletas. Aún así, después de cada etapa, nos quedan ganas de pasear por los alrededores formando verdaderas kalejiras allá por donde pasamos.
El único blanco que nos encontramos los primeros días ( un geólogo alemán ) nos mete el miedo en el cuerpo con los peligros, que dice, vamos a encontrar: serpientes, frío, fuertes pendientes … todavía por confirmar.
De esta manera, después de ocho duras jornadas, llegamos al lago de aguas turquesas que precede a la ciudad de Singida.

2 comentarios:

Henry dijo...

Hola,
la pista de Babati a Singida y a Dodoma está aceptable para hacerla en moto trail?
vamos a cruzar en Septiembre de Mombasa a Cape Town pero pensamos desviarnos por Tanzania a Ruwanda por Singida.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Pienso que si nosotros pudimos pedalear por aquellas pistas en bicicleta, no tiene por que haber ningún problema en una moto de trail.
Buen viaje y a disfrutar.
Rubén Segura.