DE SINGIDA A MAKUYUNI Territorio masai (270 km.)

Los primeros 15 km. al salir de Singida, hacen que recordemos las carreteras de los días anteriores las como verdaderas autopistas. Al fuerte viento en contra, se suman la arena y las duras cuestas que tenemos que remontar, lo que nos obliga en ocasiones a poner pie en tierra y empujar las pesadas bicicletas.
Pero el sufrimiento se ve recompensado con las imágenes y sensaciones que nos regala el camino: mujeres que con baldes en la cabeza se dirigen a los pozos en busca de agua; niños que a la salida de la escuela nos acompañan corriendo junto a la bicicleta; pastores con sus rebaños de burros o cabras; legendarios y solitarios baobads…
Descubrimos también que bajo los tendidos eléctricos discurren senderos que van uniendo población tras población por los que resulta mucho más cómodo pedalear.
La considerable distancia entre algunos pueblos nos obliga a buscar un lugar donde colocar las tiendas. La relativa proximidad de las reservas de animales salvajes nos hace dudar sobre su ubicación. Un gran cerco construido con ramas de espinosas acacias alberga algunas chozas masais. Unas mujeres con el torso desnudo nos reciben y por gestos tratamos de explicarles nuestra intención de colocar las tiendas. Pero la presencia de cinco muzungus les crea la lógica desconfianza, por lo que a nuestro pesar levantamos el campamento sin otra protección que la de nuestras fieles bicicletas.
Hemos entrado en territorio masai, tribu mayoritaria de la región. Estos pastores nómadas han sido expulsados de los parques nacionales, en los que durante siglos han coexistido con la fauna salvaje. En nombre de la protección de la naturaleza han sido obligados a asentarse en territorios ajenos a ellos, pero siguen manteniendo en su cultura viejas tradiciones. Es habitual encontrarlos envueltos en sus coloridas mantas, calzados con sandalias de neumáticos y apoyados en sus lanzas.
La casualidad hace que lleguemos a Katesh, el día en el que una vez al mes, los masais celebran su mercado. Por lo que en las faldas del monte Hanang (3417m.) disfrutamos de una multicolor estampa de productos, animales y gentes.
Desde que partimos del lago Victoria hemos atravesado diversos paisajes, pero el de las dos jornadas que preceden a nuestra llegada a Babati se convierte en uno de los más hermosos de todo el viaje. La tierra toma un color rojizo rodeada de una frondosa vegetación.
Ya en Babati nos informan de la presencia de hipopótamos en el lago próximo al pueblo. La orilla del lago se encuentra abarrotada de niños jugando, hombres pescando y mujeres lavando ropa, por lo que nos extraña que en la misma zona, habite el animal que más muertes provoca en Africa. Ante nuestra incredulidad, a través de los prismáticos podemos observar algunos miembros de una manada que sobrepasa la treintena.
Dos jornadas más de pedaleo y llegamos a Makuyuni, lugar donde dejaremos las bicis aparcadas una semana. El nombre de Tanzania siempre ha estado relacionado con observación de la fauna salvaje en su hábitat natural, por lo que nos tomamos unos días de descanso y nos vamos de safari.

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